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La invasión de los llorainfancias

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Cazafantasmas, 2016. Imagen: Columbia Pictures.

Es todo tan dramático. Realmente la única manera de que yo te arruine la infancia es que me meta en una máquina del tiempo y te convierta en huérfano. (Paul Feig, director de Cazafantasmas, 2016)

Varios guiones para una Cazafantasmas 3 rebotaron durante años entre los restos de droga y los botes de vaselina que se amontonaban en las mesas de los más exquisitos productores hollywoodienses. Dan Aykroyd y Harold Ramis, protagonistas y a la vez guionistas de las dos Cazafantasmas originales, planearon nuevas amenazas fantasmas e Ivan Reitman, director de ambas entregas previas, consideró que algunos de aquellos libretos podrían ser un éxito en la pantalla. Pero mientras el equipo original precalentaba para salir al campo para volver a pescar ectoplasmas, Bill Murray se dedicaba a rechazar los guiones que sus amigos le arrojaban a la puerta de su casa asegurando que ni siquiera se molestaba en leerlos. Entre aquellos libretos descartados uno de ellos, titulado Ghostbusters: Hellbent, enviaba a los héroes al infierno para visitar una versión demoníaca del mundo real, donde encontraban una Manhattan infernal llamada Manhellton, y acabar topándose con el mismísimo Satán. Otro guion más reciente funcionaba como una secuela de tránsito en la que los protagonistas de la original aparecían bastante cascados cediendo la mochila de protones a una generación más joven de cazafantasmas. Aykroyd, el más entusiasmado con lo de perpetuar la saga, insinuó de manera sutil que Murray a lo mejor no es que no leyese los textos sino que estos no le parecían de calidad suficiente al asegurar que su colega «tiene un detector de mierdas gordas». El propio Murray tampoco era muy hooligan de la franquicia porque la película original, a pesar de elevar su categoría de estrella, había sido un trabajo que el actor aceptó a regañadientes a cambio de que Columbia pusiera la pasta sobre la mesa para financiar la cinta que realmente le interesaba hacer: El filo de la navaja, una película basada en la novela de W. Somerset Maugham cuya adaptación cinematográfica había escrito en parte el mismo Murray. En 1984 se estrenaron Cazafantasmas y El filo de la navaja, la primera fue un éxito descomunal y la segunda un completo fracaso. En aquellos ochenta un Bill Murray decepcionado con el público se retiraría a París durante cuatro años (solo participaría con un cameo en La tienda de los horrores). Tras aquella pausa volvería a su país para rodar Cazafantasmas 2 y recoger un nuevo cheque.

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Cazafantasmas. Imagen: Columbia Pictures.

Cazafantasmas, 1984. Imagen: Columbia Pictures.

En 2009 llegaba a los ordenadores y las consolas Ghostbusters: The Videogame, un juego que no se trataba tanto de un producto franquiciado como de una secuela disfrazada de entretenimiento interactivo. En la pantalla el jugador interpretaba a un nuevo Cazafantasmas, pero el resto de la plantilla estaba formada por los protagonistas de las películas (excepto Rick Moranis todos cedieron su imagen y participaron reinterpretando a sus personajes) y la historia continuaba a partir del donde lo había dejado Cazafantasmas 2. Lo importante del asunto para el fan es que la trama era obra de unos Ramis y Aykroyd que la habían construido rescatando pedacitos de los anteriores guiones descartados, y por tanto la historia podía considerarse como parte del canon oficial. No era un juego excepcional pero sí muy disfrutable si el usuario se encontraba entre esa cuadrilla de fanáticos del universo de los Cazafantasmas, e incluso pese a presentar una historia nueva tiraba del truco de la nostalgia rescatando fugazmente a personajes de las entregas peliculeras, como el fantasma de la bibliotecaria de la primera Cazafantasmas o el muñeco gigante de los Marshmallows. Tras la muerte del Ramis en 2014, y ante la imposibilidad de que el reparto original se reuniese en la pantalla grande sin tener que tirar de ouija, los fans más digitales acabaron abrazando el videojuego como la auténtica tercera entrega de la serie. Pero el mismo año que desaparecía Ramis se anunciaba definitivamente una nueva película con cazafantasmas que en lugar de funcionar como secuela lo haría como reboot, dirigiría Paul Feig, responsable de La boda de mi mejor amiga.

La invasión de los llorainfancias

A finales de enero del 2015 Feig colgaba en su Twitter una foto insinuando el casting de la nueva película de Cazafantasmas y lo más llamativo era descubrir que en esta ocasión el protagonismo recaía en cuatro mujeres: Melissa McCarthy, Kristen Wiig, Kate McKinnon y Leslie JonesLa reacción inicial al anuncio no parecía demasiado hooligan: algún que otro «awful», gente que aseguraba que le encantaba la idea, gente que no veía claro este aparente gender flip, gente que pasaba de verla y alguno que ya la bautizaba como «Ghostbus-hers». Las redes sociales generaban opiniones a favor y en contra pero nada que se insinuara especialmente alarmante. Pero todo empezó a hervir poco a poco: en julio de ese mismo año asomaron por internet las primeras imágenes del Ecto-1 (el coche de faena de los cazadores de ectoplasmas), de la mochila de protones que empuñaría el equipo y la foto que mostraba al reparto enfundado en el mono de trabajo. Esta última instantánea despertó odios y demonios con bastante velocidad y los comentarios sobre el nuevo casting comenzaban por señalar que aquella decisión estaba arrojando la franquicia a un pozo profundo y continuaban en muchos casos adquiriendo un preocupante tono machista bastante vergonzoso. Especialmente ridículo resultaba que algunos gritasen que aquello traicionaba desde todos los ángulos a la película original al mismo tiempo que daban a entender que el nuevo casting no era lo suficientemente atractivo a nivel físico para su libido, como si el reparto original fuese un desfile de machos alfa espectaculares capaces de forzar a tomar tierra a las bragas de Afrodita. Que Feig tuviese la ocurrencia de contratar a Chris Hemsworth para interpretar al secretario buenorro pero cortito de la empresa de Cazafantasmas acabó inexplicablemente estallando en una nueva avalancha de lloros, lamentos y palabras malsonantes. De repente que un hombre ocupase el lugar de la secretaria maciza y lerda (algo que ciertamente no pasaba en la película original pero sí en otro trillón de películas y blockbusters) era una ofensa para gente que hasta entonces no se había planteado lo absurdo de meter un personaje en una película con el único objetivo de alegrar la vista.

El tráiler oficial de la película se hizo público en marzo del 2016 y durante sus primeras veinticuatro horas de vida circulaba entre las bandas anchas al asombroso ritmo de un millón de espectadores por hora. El dato inusual no estaba tanto en el número de espectadores como en los dos botones que acompañan a cada vídeo de YouTube para que el espectador deje claro su gusto o disgusto por lo que ve: el número de votos negativos triplicaba al recuento de pulgares hacia arriba. En lista de los vídeos más odiados de toda la historia de YouTube se acumulaban cosas duras como el «Friday» con el que Rebecca Black le cantaba al asiento de un coche, la taladradora que era ese «Baby» de Justin Bieber, el anuncio de un nuevo Call of duty luciendo una ambientación futurista que desagradaba a los fans, y otras joyas de artistas como Miley Cyrus, Nicki Minaj o el pesado de PSY. Pero el primer vídeo sobre una película que se asomaba en la lista era el de ese tráiler con chicas cazafantasmas y en el mismo más de doscientos cuarenta mil «me gusta» se encaraban contra unos abrumadores ochocientos cincuenta mil «no me gusta». El tráiler en sí era bastante fallido, tenía poco ritmo y si aquello reflejaba —como dice el manual— los mejores chistes del film, la cosa no pintaba demasiado emocionante. Intentaron arreglarlo ligeramente con el tráiler internacional pero la gente estaba muy ocupada expresando su malestar como para molestarse en echarle un ojo. Lo interesante es que aquí el público ya no estaba votando a la calidad del tráiler sino a la de la película. A la de una película que nadie había visto porque no se había estrenado todavía.

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Detalle del póster de Cazafantasmas, 2016. Imagen: Columbia Pictures.

Feig comentaba que optaron por reiniciar la saga al no encontrar la manera de justificar una tercera parte, pero reconocía haberse visto abrumado por la respuesta de la gente en los medios: «Internet es un lugar muy gracioso, lo adoro pero lo odio al mismo tiempo. La primera reacción que recibes cuando haces el anuncio es exageradamente positiva. Todo el mundo está feliz y tú crees que eso es maravilloso. Después aparece una segunda tanda de reacciones y piensas: “Dios mío”. Ahí han aparecido alguna de la mierda más vil y misógina que he visto en mi vida». En el fondo la respuesta que había generado su film era acojonante: millones de comentarios invitando al boicot, cientos de vídeos de usuarios cabreados y un odio general que no estaba claro si se alimentaba con la gente que veía un clásico mancillado o con los individuos que saltaban del sofá y corrían muy enfadados hacia el teclado cuando alguien mencionaba la palabra «femenino». La versión moderna de Cazafantasmas se había convertido, antes de estrenarse, en la película más odiada de la historia.

Resulta difícil aventurar si la película merece la pena, los adelantos no son especialmente emocionantes y la reacción popular ha acabado nublando cualquier juicio previo. Incluso el propio Ernie Hudson, uno de los cazafantasmas originales, se arrepentiría de haberse marcado un patinazo prejuzgando el asunto al declarar «si no tiene nada que ver con las otras dos películas, ¿por qué la llaman Cazafantasmas? Me gustan las mujeres, espero que si van por ese camino lo hagan divertido, y que si ellas no son divertidas al menos sean sexis. Me gusta la idea de incluir mujeres, creo que es genial… pero un equipo solo de mujeres lo considero una mala idea. No creo que los fans quieran ver eso». Hudson cambiaría de idea más adelante y accedería a participar con un cameo en la nueva entrega. Pero la comuna de gente ofuscada con la cinta continuaría creciendo hasta adquirir unas proporciones que el eco de internet haría parecer gigantescas. Llegado el momento cualquier foto o vídeo de la película acabó convertido en un anzuelo para gilipollas: los detractores enarbolaban el recurso de mencionar mucho el término «discriminación positiva», aseguraban que la película original era un film para tíos muchomacho e incluso en algunos casos chalados cuestionaban la sexualidad del propio director. Pero todos coincidían en afirmar que el estreno de esta nueva entrega tendría consecuencias devastadoras de carácter retroactivo: les destrozaría la infancia.

Lo peor que le puede pasar a Cazafantasmas en el verano de 2016 es que sea el remake encubierto que sus creadores han negado: el último tráiler presenta a una criatura gigante prima del marinerito de los Marshmallows y eso hace presagiar que tendrá menos de reboot y más de fotocopiar al original, algo de lo que se acusa a franquicias clásicas rescatadas tras años ausentes como las muy exitosas Star Wars: El despertar de la Fuerza o Jurassic World. O quizás lo peor que le puede pasar a Cazafantasmas es que tenga muy poca chicha y se olvide a la media hora de abandonar la sala como ha ocurrido con las reinvenciones modernas de Desafío total, Carrie, Le llamaban Bodhi, Pesadilla en Elm Street, La invasión de los ladrones de cuerpos, Ultimátum a la Tierra, Robocop, Conan o cualquier otro reboot fallido de entre el medio millar de ellos que se han producido sin generar tanto escándalo. Lo curioso es que ni siquiera aquellas sagas con una fanbase muy potente como Indiana Jones, Alien, Terminator o La jungla de cristal recibieron tantos hectolitros de bilis por parte de la audiencia a pesar de estrenar secuelas tardías muy olvidables. Lo difícil de comprender es dónde está el auténtico problema de un reparto femenino encabezando esta cinta, sobre todo cuando Kristen Wiig podría protagonizar todas las películas de la humanidad y saldríamos ganando siempre. Y lo que está claro es que su existencia desgraciadamente no destrozará la infancia de nadie. Porque la infancia a lo mejor te la ha arruinado un divorcio traumático de tus progenitores, el coche que circuló por encima del gato de la familia o ese tío raro que dijo que te duchases con él en el gimnasio, pero desde luego no una película para la que solo parecen tener opiniones negativas y sacos de prejuicios gente con pito que hace tiempo que ha superado la treintena.  

Nota: El término «llorainfancias» no ha brotado del huerto de un servidor, sino que ha sido encontrado en las letras de un usuario llamado Kay Herrera que deambula por los comentarios de la web Las horas perdidas.

Este artículo es un avance de nuestra revista impresa dedicada a los fantasmas #JD15


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